Mazinger, Xelín, Tete…son sobrenombres con los que se conoce a este deportista, profesional del triatlón de larga distancia, cinco veces ganador del Ironman de Niza, dos en el Embrunman y una en el Challenge de Calella: Marcel Zamora, Barcelona (1978), pionero del triatlón y según  su mánager un chico normal y corriente, sencillo, que hace cosas que no son en absoluto normales.

Pertenece a una generación de jóvenes de nuestro país, nacidos a finales de la década de los 70 que empezaron a dedicarse al triatlón por pura pasión hasta llegar a la élite mundial contribuyendo a hacer popular este deporte.

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En este relato autobiográfico Marcel intenta transmitir todo lo que el triatlón le ha dado en la vida. Podemos imaginarlo estirado en el diván del psicoanalista haciendo un ejercicio de catarsis para “descubrir una parte de mí más personal al recordar muchísimas experiencias vividas…hasta me he emocionado hablando de ciertas persona”.

No faltan los agradecimientos hacia todos aquellos que han pasado a formar parte de su trayectoria deportiva y le han ayudado a ser quien es: entrenadores, fisioterapeutas, mánager, amigos, familiares, rivales y especialmente a los deportista aficionados al triatlón, hacia los que siente una gran admiración.

También es el presagio de un final de carrera tras dieciséis temporadas en las que su vida ha girado alrededor del entrenamiento y las competiciones, durante los que ha conseguido mucho más de lo que soñaba, porque precisamente el triatlón ha sido eso, un sueño, hecho posible desde la sencillez  y con mucha constancia.

El aficionado al triatlón puede descubrir en este relato las claves del éxito , en forma de vivencias, de un hombre que empezó a practicar atletismo a los nueve años y es capaz de correr el maratón final del IM en dos horas y cuarenta minutos;  para el que ir a la piscina nunca ha sido un momento fácil , no le apasiona nadar y  confiesa que el IM empieza cuando acaba la natación, un profesional que recuerda con emoción su primera bicicleta Orbea BTT con la que hacia carreras con los amigos por las calles adoquinadas de Olost durante las vacaciones de verano.

Las claves del éxito no pasan por ser un portento físico, pasan por guiarse por las buenas sensaciones, regularse, conocerse bien a uno mismo, cultivar la fortaleza mental, buscar estímulos positivos, respetar los entrenamientos invisibles, disfrutar con el esfuerzo y por ser sensible y optimista.

Así lo consigue Marcel: Si para mí hay algo que esté por encima de todo, es buscar la felicidad máxima . Y eso empieza por hacer aquello que a uno más le gusta.

 

Artículo de Ildefons Teruel

 

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